Grupo Estudios Semióticos | Moonlight: La innegable fragilidad de lo masculino
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Moonlight: La innegable fragilidad de lo masculino

Por: Néstor Lebrón / 25 de agosto de 2017

“La luna vino a la fragua con su polisón de nardos.

El niño la mira mira.

El niño la está mirando.

En el aire conmovido mueve la luna sus brazos y enseña,

lúbrica y pura, sus senos de duro estaño.”

-Federico García Lorca[1]

Hay una línea que introduce el campo de esta historia y es la persecución a un tímido niño que huye del acoso de una sociedad violentamente machista. Él recurre a correr, pero sin saber adónde. Trata de escapar del acorralamiento tóxico resultante de la imposición de la masculinidad clásica. El niño Chiron (Alex Hibbert), apodado “Little” después de ser apedreado por su aparente pecado —el pecado de no ser suficientemente “varón”— se refugia en un edificio del suburbio de la ciudad. Es ahí donde llega su primer destello de luz: Juan (Mahershala Ali).

En un motel abandonado —en donde al parecer todavía quedan restos de alguna sustancia adictiva o de algún consumado amor— Chiron observa fijamente y con rareza a esa figura masculina; una aparente figura paterna que en su vida fue ausente y que ahora aparece aquí sin aviso. En el cruce de miradas se mezcla una confundida ausencia con un deber del cuidar. Juan, y su contradictoria sensibilidad humana, descubre una oportunidad para redimirse. No sería proveedor de drogas, sino un proveedor de cariño ante un niño a quien le urge el amor.

La película Moonlight acierta en alejarse de la historia más que trillada de la violencia y drogadicción de la población negra para adentrarse en el amor, uno negro y homosexual, puntualizado en los tres actos que componen la película (Little, Chiron y Black). El diálogo en el filme podrá ser escaso, pero eso queda relegado a un segundo plano. Moonlight goza de sensibilidad en su narrativa visual, pues la fuerza reside en lo que no se dice que cava y estremece el espacio entre pantalla y espectador. La selección del lugar orquesta una atmósfera que no es común en el cine norteamericano. El manejo y captura del entorno son emocionalmente adecuados y tan brillante como su título. El recurrente acompañamiento, tanto visual como sonoro, de la majestuosidad del mar nos remite a otro lugar: mar de la diáspora, mar de la cercanía y diversidad de nuestro Caribe, mar que nos sana, bálsamo ante una tierra injusta. Un mar que purifica. Es el mismo mar al que nuestro protagonista es impulsado a enfrentar.

“At some point, you got to decide for yourself who you’re going to be—can’t let nobody make that decision for you.”Juan

 

El primer acto – Little

Una escena bautismal enmarca la esencia del primer acto. Juan bautiza simbólicamente a Chiron, significando de un volver al comienzo, un volver a nacer, una procesión del nadar. Más adelante, un juego entre niños. El pequeño Chiron emprende en un juego de manos con su mejor amigo. Esos “inocentes” roces que, aunque solo aparenten diversión, son maneras sutiles de tocarse. ¿Qué sucede si gusta lo que se siente, pero que aún no se entiende? Ante un mar de dudas, Chiron se cuestiona: “¿Qué es un maricón? ¿Yo soy un maricón?”. Aquí se presume el lenguaje de la degradación que es el del dolor y el del estigma. La designación por el otro que resulta en una humillación, en una marca de inferioridad. ¿Existe un cuerpo homosexual? Todo cuerpo está sujeto al otro, al tiempo, a la categoría, a lo que es impuesto. El cuerpo es un limite.

Segundo acto – Chiron

El marco de este acto es la lucha incesante de supervivencia en un escenario de hostilidad. Aquí a Chiron (Ashton Sanders) le toca sobrevivir aunque eso signifique reprimir sus emociones, su sensibilidad y sus deseos sexuales. De manera inesperada, el mar vuelve a ser testigo de un momento importante que marca la sexualidad de Chiron. En una noche de marea serena, el mar le recuerda que las lagrimas derramadas en la arena pueden ser volcadas en el mar. Por otro lado, un conflicto violento con un agresor es el punto en el que se quiebra su alma y el momento en el cual se eclipsa su brillo. Un torbellino latente de emociones se centra en el protagonista, enfatizado por los giros circulares de la cámara. Dentro del sosiego, Chiron espera encontrar equilibrio.

La supervivencia no solo se observa en el personaje principal, también es evidente en la madre de Chiron, Paula (Naomie Harris), así como en Juan. Harris trabaja magistralmente el complejo y profundo personaje de Paula, retratando la oscuridad de las drogas, la pobreza y la lucha ante la presión social de ser madre soltera sin garantías de mejorar. En un principio, la actriz sentía incomodidad con este personaje, porque entendía que no aportaba a diversificar y visibilizar correctamente a la comunidad negra. Ya hay suficientes campañas negativas en el cine y en la televisión respecto a historias de personajes negros y latinos. Esto, intensificado con los ataques del presidente Donald Trump, que abonan al racismo en la nación norteamericana. Tras leer el guión, Harris comprendió que el personaje rompía con el prejuicio sobre lo que significa ser una persona adicta; población con historias de valor dignas de contar. O sea, personas que aman y cuyos dolores son también parte de nuestra sociedad.

“With any form of addiction there’s a beating heart underneath it”

Paula (Naomie Harris)

El último acto es de la conversión ante la tristeza. Al inicio, una llamada le revuelca de nuevo aquella vivencia que tuvo encuentro en una noche de mar, detallada en el segundo acto. Basta el sonar de un teléfono para que se detone un amor escondido desesperado por salir. Quiere salir al océano, que todavía falta alguna corriente por nadar. Con su cuerpo, Chiron (Trevante Rodas) exime un exceso de testosterona debido a sus nuevos músculos. El “blin blin” y los dientes de oro buscan opacar la luz que siempre le perteneció. No obstante, sobrevive su sensibilidad. La ternura y delicadeza habitan en su mirada. No es coincidencia que la canción Classic Man[2] retumbe en las bocinas de su auto para añadirle dramatismo a la escena. 

Más adelante, el filme toca la canción Cucurrucucú Paloma, versión de Caetano Veloso, para puntualizar en el sollozo del protagonista. Cabe destacar que otro acierto en la colocación musical de esta película es One step ahead[3], de Aretha Franklin, la cual sugiere que nuestro protagonista está a un solo paso de la angustia o a un solo paso del amor, que aparentan no tener mucha diferencia entre sí. La tristeza es la última luz que se observa en el rostro de Chiron y el peso de un amar oculto se refleja en sus ojos. La complejidad de la masculinidad se observa en los diferentes rostros de Chiron.

Esos rostros advierten que la incomprensión de la identidad masculina intoxica nuestra sociedad diariamente. Incomprensión que resulta agresivamente violenta. Incomprensión que mata, pues no podemos olvidar que el ataque en el club nocturno Pulse en Orlando, Florida en 2016 es un ejemplo. Esta violencia social legitimada se refleja en el rostro acongojado de Chiron, en sus ojos tristes, en su piel herida. Esa tristeza en sus ojos es una constante que muestra angustias, ante una sociedad que no acepta la versiones alternas de la masculinidad. Diversidad cromática, puntualizada también en la selección de colores en el filme. La paleta de colores en el filme se mueve sutilmente entre la variedad de azules, color que en innumerables ocasiones ha simbolizado la masculinidad.

La película nos encara constantemente con la urgencia de su pertinencia actual. O sea, ante una realidad diaria que golpea y despierta la urgencia de amar. El filme transforma la miseria en belleza, y atraviesa por la extraña experiencia de una vivencia negra en un país que insiste en violentar los derechos humanos. Chiron, en su travesía, busca el resplandor de la luna dentro de una sociedad oscura que extirpa a plena luz la aceptación de su identidad. Al igual que la luz de la luna se refleja hermosamente en la sutileza del agua, Moonlight refleja desde la pantalla hasta estremecer el alma. Podríamos engañarnos que todo bajo la luz de la luna es de un solo tono azul, pero la verdad es que solo es una miopía social.

[1] Romance de la Luna, Luna’, de Federico García Lorca (1898 – 1936).
[2] Jidenna- Classic Man (Remix) ft. Kendrick Lamar (ehhttps://www.youtube.com/watch?v=yEPu)
[3] One step ahead – Aretha Franklin (https:/www.youtube.com/watch?v=4cIWu/)